El vehículo derrapa por el golpe y la velocidad que lleva. Las luces parpadeantes parecen avisar el peligro que por segunda vez se encima sobre ellos. El grito de Emily ensordece el ruido de los metales crujiendo, un brazo fuerte como el acero la sostiene de manera firme antes de ajustar el cinturón de seguridad. Nicolay sale disparado hacia a delante golpeando su cráneo contra el vidrio que separa los asientos traseros de los choferes.
El silencio luego de la colisión es cortado como un gran cuchillo por el segundo grito de Emily al ver la sangre fluir de la cabeza de su hombre, pero este es uno rabioso. De impotencia. Trata de deshacerse del cinturón de seguridad y al no lograrlo saca el cuchillo que conserva aun ajustado en la pantorrilla para cortar las correas. Una vez libre, rompe la fina tela del vestido para colocarla en la herida.
—No te lo quites. Necesito que estés a salvo —Emily niega. Se acerca a él con el trozo de tela roja para cubrir la herida —, estas personas no están