La luz del día apenas se refleja entrando sin permiso por una de las rendijas de la ventana. Orificios de bala en los techos de las casas dan a conocer la magnitud del peligro. Alex sale del cuartucho que, aunque limpio y arreglado, refleja la pobre economía del hogar materno… aunque ya no hay madre.
Revisa en la pequeña nevera las porciones de comida. Busca el aparato para recalentar. Su ceño se frunce. Mira el saco sobre la encimera que casi se cae a pedazos. Destapa y lo encuentra. Saca. Recalienta. Come como si fuese a la escuela, pero en realidad, en su cabeza hay otros planes.
Comenzará la búsqueda de su hermana.
Siente que está viva, pero también puede presentir su angustia, su dolor. Lo que irremediablemente lo orilla a saltarse su rutina para, por lo menos, encontrar una pista de su paradero.
Toma el metro hasta la ciudad. Un chico con mochila estudiantil en la gran Manzana.
El lobby del hotel cinco estrellas Conrad New York Downtown brilla como una joya pulida. Mármol blanco