Darko camina por el pasillo de mármol con pasos firmes. Su chaqueta gris perfecta, sin una arruga, tal como lo está su alma. Su cabello peinado hacia atrás no imita a Nicolay. Es su firma. Su forma de decir: ‘yo soy mi propio imperio’. se mueve como un felino buscando a su presa recorriendo cada lugar de la mansión. Tiene el rostro tenso, los ojos afilados. Algo lo inquieta. Y cuando algo inquieta a Darko Romanov, Nicolay lo escucha.
Tiene noticias de la casa Campbell y son preocupantes. Llega a la puerta de la oficina. No toca, simplemente entra porque sabe que Nicolay lo espera. Lo encuentra de pie, frente a la ventana como si el paisaje de Manhattan le fuese a confesar un secreto, tiene un vaso de whisky en la mano derecha y la izquierda dentro del bolsillo. No se gira, le da un trago al whisky. Sabe perfectamente que es él.
—¿Qué viste? —pregunta sin rodeos.
Darko se acerca, se sirve un trago que toma de una sola vez. Deja el teléfono sobre el escritorio. En la pantalla, una image