—¿¡Qué dijiste?! —Rodrigo se quedó sin aliento al escuchar lo que su madre le acababa de decir por teléfono.
Condujo a toda velocidad hasta la casa familiar. Apenas cruzó la puerta, preguntó con urgencia:
—Mamá, ¿qué quisiste decir con eso que mencionaste por teléfono? ¿Qué contrato? ¡Susana nunca dejaría a Matías!
Isabel Morales frunció el ceño y le entregó el documento sin decir palabra.
—Aquí está, léelo tú mismo. Está firmado: Susana Mendoza renunció voluntariamente a la custodia de Matías Morales.
Rodrigo se quedó congelado con el papel entre las manos. Aún conservaba la esperanza de que Susana no pudiera desprenderse de su hijo. Pero lo que menos se esperaba era ver su renuncia por escrito.
Desde el día en que Matías nació, fue Susana quien se encargó de todo. Siempre estuvo más pendiente de él que de sí misma. ¿Cómo era posible que esa misma mujer ahora lo dejara atrás?
La única explicación que Rodrigo encontró fue la decepción. Recordó todo lo ocurrido en la gala anual de la em