Rodrigo se quedó helado. Todo el color abandonó su rostro. Desde que Susana se había ido, Matías lo era todo para él. Si le pasaba algo a su hijo, probablemente ni siquiera tendría ganas de seguir viviendo.
Susana, que había alcanzado a escuchar lo que decía la persona al otro lado del teléfono, mantuvo la calma y le dijo con firmeza:
—Tranquilo. Preguntá primero si alguien más fue a buscar a Matías.
Rodrigo comenzó a llamar desesperado. Uno por uno, contactó a todos los que conocía. Nadie sabía nada. Hasta que recibió un mensaje:
“Matías está conmigo. Si querés que viva, no llames a la policía. Traé quinientos mil dólares en efectivo.”
A continuación, venía la dirección de una fábrica abandonada.
Rodrigo, con la voz quebrada y temblando, le mostró el mensaje a Susana:
—Se llevaron a Matías… ¡lo secuestraron!
Ella palideció por un instante, pero enseguida recuperó el control.
—Vamos a hacer lo que dice. Yo voy con vos.
No importaba todo lo que había pasado: Matías era su hijo. No pensa