Cuando terminó la reunión con la empresa, Susana se encontró, al salir del edificio, con un lujoso Maybach aparcado justo frente a la puerta. Apoyado con aparente calma contra el auto, estaba Rodrigo.
Susana frunció el ceño. No había dicho a nadie que tenía una cita comercial en ese lugar. ¿Cómo lo había averiguado?
Rodrigo la vio y se acercó de inmediato.
—Susana, ¿podemos hablar un momento?
Finalmente, ella aceptó subir al auto. Sabía que había muchas cosas que debían decirse de una vez por todas.
Durante el trayecto, Rodrigo le lanzó una mirada de reojo mientras conducía.
—Me contaron que abriste tu propia editorial. ¿Es cierto?
Susana asintió con frialdad. Rodrigo no se molestó por su actitud; al contrario, continuó con una sonrisa tenue:
—Nunca supe que te gustara tanto escribir.
—Porque nunca te interesaste en conocerme. Si no te importaba quién era yo, menos ibas a saber qué me apasionaba —respondió ella, irónica.
Rodrigo se quedó sin palabras, con una expresión incómoda. Justo