87. No si es con ella...
Observo su expresión tensa y es fácil adivinar a qué se refiere. Seguro que tiene que ver con el padrastro, con ese encuentro en la cafetería. Y, aunque estoy curioso, incluso preocupado, no puedo permitir que eso nos arruine el momento.
Pongo un dedo sobre sus labios para que no siga.
—Ahora no —susurro—. Estos días son nuestros, solo nuestros. Sea lo que sea, puede esperar a que volvamos.
—Pero…
—Lo digo en serio —la interrumpo con un beso—. Chicago, nuestros problemas, nuestras prohibiciones… todo se queda allí. Aquí solo estamos tú y yo, ¿vale?
Me mira unos segundos antes de asentir, esbozando una sonrisa pequeña.
Vuelvo a enjabonarle el cuerpo mientras cierra los ojos. Poco a poco, noto cómo se relaja contra mí, como si el peso de lo que iba a decir se hubiera evaporado por un rato.
Termino de enjabonarle la espalda, masajeando sus hombros. Ella suelta suspiros de puro placer que me hacen sonreír.
—Se te da genial —murmura, ladeando la cabeza para dejarme vía libre al cu