108. años de diferencia
“Ethan Hayes”
Las palabras de aquel imbécil en la discoteca siguen dando vueltas en mi cabeza. «Padre».
Joder.
Por mucho que intente hacerme el duro, la diferencia de edad nunca me había parecido tan evidente y tan jodidamente incómoda como en ese instante.
Y justo cuando, gracias a los besos de Mia, parecía que por fin había enterrado ese pensamiento… las puertas del ascensor se abren y nos cortan el rollo.
La mujer que entra nos clava una mirada de «ya sé lo que estáis haciendo». Mia con la cara colorada y los labios hinchados, yo con la mano puesta estratégicamente delante para disimular la erección… Pero, la verdad, me importa una mierda lo que piense.
Cuando por fin llegamos a nuestra planta, ella intenta pasar la tarjeta por la cerradura, pero le tiemblan las manos. Sin decir nada, me pego a su espalda, le quito la tarjeta y abro la puerta.
—¿Estás bien? —pregunta en voz baja al entrar.
—Sí…
—¿Seguro? Porque pareces un poco… ido —contesta, acercándose con esa sonrisa traviesa