El club estaba en silencio, salvo por los sollozos de su parte. Cada miembro me miraba con orgullo y comprensión. Miré a Suerte y esto me asintió.
—Mamá, necesitas irte. Los Príncipes de la Oscuridad han tomado su decisión y no quiero tener nada que ver contigo. Lárgate y nunca vuelvas. Seamos realistas, no te costará hacerlo. Te olvidaste de mí hace mucho tiempo —dijo Suerte, y me acerqué a él, guiñándole un ojo.
—Sabueso, escolta a esta mujer fuera del pueblo, no, sácala del estado. No es bienvenida aquí. —dijo Suerte, y me quedé a su lado mientras los otros hermanos se alineaban junto a él en señal de solidaridad. Suerte ahora era uno de nosotros, y defendemos a los nuestros.
—Gerardo, por favor, nunca quise dejarte. Tu padre me obligó. Él...
—Basta. Podrías haberme llevado contigo, pero no lo hiciste. Me dejaste con él, le diste la espalda para liberarte. Así que yo haré lo mismo. —con eso, se dio la vuelta, dándole la espalda. Los hermanos hicieron lo mismo.
Miré a Dana, y ella te