El sonido de una moto rompió mis pensamientos y supe que era Mav. Estaba allí para llevarme a nuestra primera cita en el hospital y a la primera vez que veríamos a nuestro bebé. La puerta principal se abrió y él entró con esa sonrisa encantadora en su rostro apuesto. Se acercó a mí, me besó y yo le devolví el beso antes de que se moviera hacia Mística, le rasguñara la barbilla y le diera un toque en la nariz. A ella le encantaba el toque en la nariz, o que le tocaran las almohadillas de los dedos.
Simplemente amaba el cariño y lo recibía a montones con nosotros. Para nosotros, no era una gran felina rara; era solo una gata doméstica. Pero una que era enorme. Incluso llevaba un collar y podíamos pasearla por la cuadra con su correa.
La gente siempre estaba fascinada por ella. Quiero decir, no era todos los días que veías a una mujer pequeña como yo paseando a una enorme Panterigre. Es bueno que la gente en el pueblo supiera quién era.
—¿Cómo está mamá y el bebé? ¿Comiste suficiente? ¿Be