Punto de vista de Armonía.
Mi día había pasado volando y la sonrisa no se me había quitado ni un momento. Ni cuando la máquina de café decidió fallar, ni cuando el equipo de construcción golpeó una tubería. Nada podía arruinarme esa sonrisa. Todo era gracias a él, mi hombre, Mav.
Dios, se sintió increíble llamarlo mi hombre. La parte primal en mí estaba orgullosa, inflando el pecho y rugiendo al cielo de felicidad.
Cuando entré a la casa club para recoger a Mística, me detuve en seco al escuchar los sollozos y llantos de una mujer. Ella estaba suplicándole a mis padres sobre algo.
—¡No pueden hacer esto! ¡Él nunca haría lo que ustedes le acusan! ¡Los haré desaparecer a ti y a tu club! —gritó mientras sus piernas cedían y caía de rodillas.
—¿Qué está pasando? —pregunté mientras me acercaba a mis padres, que estaban observando a la mujer.
—Oh, no hay de qué preocuparse. Ella está aquí para suplicar por su hombre. Según ella, él es inocente y nosotros somos los culpables del camino que el