Punto de Vista de Guadaña
La vida transcurría perfectamente. Llevábamos varios meses viviendo juntos en la casa. Cuando llevamos a Rebel por primera vez, se emocionó tanto que se puso a llorar. En ese momento supimos que aquel lugar significaba todo para ella.
La cachorra, mi pequeña demoledora, ya tenía nombre: Lubov, que significa amor en ruso. Tanto Rebel como yo nos enamoramos de ella a primera vista, aunque él no lo admita. Seguía siendo destructiva, pero su tamaño lo explicaba todo: con apenas siete meses ya pesaba setenta libras y había crecido enormemente.
Tenía su propio sofá y cama en el dormitorio. Ya estaba muy grande para acostarse con nosotros. Todavía creía que era una cachorrilla pequeña y pensaba que podía sentarse en nuestras piernas. Bueno, en las de Rebel no, pero sí en las mías y las de Daniel Fuentes. No nos molestaba: era hermosa, leal y cariñosa. Iba a ser del mismo tamaño que los perros que tenían La Venganza de la Madre, más de seis pies cuando se parara en la