Capítulo 7
Era noche de reunión. Varios muchachos de buena familia se habían congregado para jugar cartas y beber.Maximiliano vio las pésimas cartas que le tocaron e hizo una mueca de disgusto. Alargó la mano hacia la cajetilla que tenía al lado y encendió un cigarro.

Héctor Vargas le echó una mirada.

—¿No que ibas a dejar de fumar, Max? —comentó divertido—. ¿Ya recaíste?

Maximiliano no había dicho nada aún, cuando otro lo picó:

—¿Sí, Maximiliano? ¿No que ya no fumabas? Si llegas apestando a cigarro a la casa, ¿no te preocupa que Regina no te deje ni entrar?

—¡Cállate, imbécil! ¡Nadie te pidió tu opinión!

Su reacción inesperada dejó a todos desconcertados.

Héctor le dio un puntapié al que había hablado.

—Maximiliano ya tiene novia, ¿eh? —dijo con aire cómplice—. Si la señorita Torres oyera estas cosas, no le gustaría nada. Mejor ya no digas esas babosadas.

Se conocían desde niños, eran como hermanos. Siempre se habían llevado pesado, bromeando sin filtro, pero nunca pasaba a mayores. Era la prime
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