El espacio que antes era amplio se sintió asfixiante con una persona más a su lado. Regina sintió que el aire se enrarecía y que le costaba hasta respirar.
Alicia no podía creer que Gabriel se hubiera atrevido a sentarse junto a Regi. Dejó caer la cuchara en el plato y estalló.
—¿Quién te dijo que te sentaras?
La señora Quintero dio un respingo, e incluso Silvia se estremeció. Al ver la dureza en la cara de su amiga, sintió culpa. Gabriel, sin inmutarse, respondió:
—Me invitó él.
Y volteó a ver a Joel.
—Señora Alicia, una disculpa —se apresuró a decir Joel—. Es que… vi que todos se conocen aquí… y pues, había un lugar libre.
Por más furiosa que estuviera Alicia, no podía desquitarse con él. Después de todo, Joel era el hombre que ella quería para Regi.
En ese momento, la señora Quintero intervino para calmar los ánimos.
—Querida, dejen que se quede. Con el viaje y la madrugada, todos venimos a desayunar. Además, es una bonita casualidad encontrarnos. Silvia lleva mucho tiempo sin comer