Su hijo no tardó en llamarle.
Silvia caminó sin apuro hacia un lugar con sombra, contestó y se llevó el celular a la oreja. Antes de que pudiera decir nada, la voz furiosa de su hijo la interrogó desde el otro lado de la línea.
—¿Estás con Regi?
Al escuchar el nombre “Regi”, Silvia entendió todo. Rio por lo bajo y, sin preocuparse, respondió:
—Sí, aquí estoy con ella. ¿A que está guapo su novio? Yo te lo advertí: si tú no la valoras, no faltará quien sí. Desde que se divorció de ti, no le han faltado pretendientes. No como tú, que sigues solito. ¡Qué lástima das!
—¿En dónde están?
Vaya, qué tonito. Silvia sabía que estaba alterado, y eso era lo que quería. A ver si así aprendía a valorarla.
—¿Para qué quieres saber?
La idea de imaginárselo furioso y desesperado la llenaba de satisfacción.
—Avísale a tu papá que hoy no llego a casa. Soy la madrina de Regi, y tengo que estar aquí para apoyarla y darle el visto bueno a su novio. Bueno, ya te cuelgo.
Dicho esto, finalizó la llamada sin dar