Regina supo lo que él iba a hacer, así que lo apartó con suavidad y se puso de pie. Al verla tan sorprendida, Sebastián se disculpó.
—Perdóname. No quise sobrepasarme…
Al recordar que ya eran pareja, ella intentó explicar su reacción.
—Es que… Fue muy rápido. No estaba lista.
—Lo entiendo. Fui yo el que se aceleró.
Incómodo por su propia impaciencia, él carraspeó.
—Este… ¿Quieres que encendamos la tele o algo?
La situación era un poco extraña: estaban solos en la casa y ya era de noche. Ver la televisión parecía una buena forma de aligerar el ambiente.
Regina asintió en silencio y volvió a sentarse en el sofá. Esta vez, se acomodó un poco más lejos de él.
Sebastián tomó el control remoto, encendió la televisión, le preguntó qué quería ver y terminó poniendo un programa de concursos. Tras dejar el control a un lado, ambos se quedaron mirando la pantalla, muy concentrados.
Pero al poco rato, el celular que él había dejado en la mesita de centro empezó a sonar. Regina vio el nombre de Leo