En cuanto se cerraron las puertas del elevador, Regina se volteó hacia Sebastián.
—Leo tiene razón, no puedes seguir dándoles dinero.
—Si no les pago, van a publicar lo nuestro.
Aquellas palabras conmovieron a Regina. Sebastián sacó su celular e hizo una llamada. Cuando contestaron, se escuchó la voz de Laura.
—Sebastián…
—Quieren dos millones de dólares. Dáselos, pero asegúrate de que destruyan todo lo que tienen.
—¿Y si lo hacemos público?
Sebastián se quedó paralizado. Se volteó para verla, contemplando sus facciones delicadas y luminosas. Sus labios apenas se movieron.
—¿Qué dijiste?
A Regina le daba un poco de pena, pero sabía que si pagaba, solo sería la primera de muchas veces. Si los paparazzi tenían fotos suyas, empezarían a seguirla a ella también. Sus días de paz se habrían terminado.
—¿Quieres... hacer pública nuestra relación?
Regina pronunció las últimas palabras con las mejillas encendidas. Enseguida bajó la mirada, nerviosa. Aunque la frase que él había dicho antes en e