Al otro lado de la línea, él respondió afirmativamente. Regina colgó y, sin perder tiempo, tomó el termo con el caldo de pollo y se dirigió al hospital.
***
Gabriel sabía que Regina iría a verlo ese día, pero el tiempo pasaba y ella no aparecía. Su mal humor era cada vez más obvio. Estaba por dar la una y seguía sin llegar.
Tomó su celular con la intención de llamarla, pero recordó que lo tenía bloqueado.
Él se sentía muy frustrado.
Estaba a punto de mandarle un mensaje cuando la puerta de la habitación se abrió. Gabriel levantó la vista. Al verla entrar, se relajó, y su tensión fue reemplazada por una sonrisa.
—Viniste.
Regina asintió y se acercó con el termo en la mano. También le había comprado comida del comedor del hospital.
Él la miraba fijamente, con una actitud intensa.
Ella notó su mirada, pero no dijo nada. Se limitó a colocar la mesita sobre la cama y a acomodar la comida.
—Te preparé un caldo de pollo. No solo te comas el pollo, recuerda que el caldo también te hace bien.
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