Después de comer, Regina recogió los recipientes y le llenó una jarra a Gabriel con agua tibia. Mientras pensaba en el concierto de la noche, le dijo:
—Andi y yo vamos a salir en la noche. Ya pedí tu cena, te la van a traer más tarde.
Gabriel la escuchó mencionar que saldría con Andrea y no le dio mayor importancia, solo asintió.
—Descansa. Si te empieza a molestar la herida, avísale al doctor, por favor.
Al notar la genuina preocupación en su voz, Gabriel sonrió.
—No te preocupes por mí. Sé cuidarme solo.
Ella no tenía ganas de alargar la conversación, pero no podía olvidar que él estaba herido por su culpa. Le había salvado la vida. Lo menos que podía hacer era ser amable. Tomó la bolsa con los restos de la comida y salió.
Gabriel la siguió con la mirada hasta que desapareció por la puerta. El sonido del cerrojo al cerrarse resonó en el silencio de la habitación, y la sonrisa que había tenido se desvaneció. Deseaba tanto que se quedara, que lo acompañara un poco más. Ella no volvería