—Entonces, muchas gracias, doctor Solís.
Elena tomó con naturalidad el café de las manos de Gabriel, y bebió un sorbo con evidente desagrado.
—Demasiado dulce. Esto no es nada sano, deberías tomar menos estas cosas.
Dejó el vaso a un lado y se puso a conversar con Gabriel. Hablaban de temas médicos especializados, y Regina no tenía cómo intervenir; solo podía observar la cercanía entre ellos.
Mateo intentó incluirla en la conversación.
—Regi, ¿ya encontraste dónde vivir?
Ella respondió:
—Sí, ya encontré y me mudé.
—¿En qué área?
—En Residencial La Esperanza.
—¿Cuánto pagas al mes?
—Doscientos cincuenta dólares.
Al escucharla, los otros dos guardaron silencio y la miraron.
Mateo se mostró muy sorprendido.
—¿Rentaste un departamento completo de una recámara o compartes con alguien?
—Es completo.
—¿Solo doscientos cincuenta por un departamento completo? Recuerdo que en ese residencial las rentas empiezan en quinientos. Elena incluso fue a ver el año pasado, pero no encontró nada a buen pr