Luis asintió de inmediato.
—Señorita Morales, puede quedarse tranquila, estoy dispuesto a firmar el contrato con usted.
Regina, al ver la disposición del joven y considerando que, en efecto, no encontraría nada más económico, le dio las gracias. Tras firmar el contrato, esa misma noche, después de cenar con Andrea, trasladó sus pertenencias al nuevo departamento.
Andrea inspeccionó el lugar y le confirmó que el precio era una verdadera ganga.
Sin embargo, como era una mujer sola y el propietario un hombre, le aconsejó cambiar la cerradura por precaución.
Ella le comunicó esta petición al casero, quien se mostró comprensivo y aceptó sin problemas.
Entre cambiar la cerradura y adquirir algunos artículos básicos para el hogar, cuando terminó de instalarse por completo, había transcurrido una semana.
Durante toda esa semana no vio a Gabriel, y él tampoco intentó contactarla.
Regina consideró buscarlo en la clínica, pero al recordar la distancia y el rechazo que él le había mostrado antes,