El asistente tocó y entró.
—Señor Solís, abajo está la señorita Morales. Dice que es amiga suya y que le gustaría verlo.
Señorita Morales. ¿Regina?
A Gabriel se le aceleró el pulso y ordenó:
—Que suba.
—Claro, señor Solís.
En cuanto la asistente salió, una sonrisa se dibujó en sus labios. Sin embargo, su buen humor se desvaneció al pensar en el posible motivo de la visita de Regina, y su cara se tensó.
Poco después, la puerta de la oficina se abrió y una mujer entró con paso firme sobre sus tacones.
Al ver quién era, la expresión de Gabriel se tornó indiferente.
—¿Tú qué haces aquí?
Mónica había llegado contenta, pensando que el hecho de que él aceptara verla significaba que aún tenía una oportunidad.
Pero al escuchar la extraña pregunta, supo que él no la esperaba a ella. Creyó que era Regina quien había venido a buscarlo.
Si hubiera sabido que era ella, ¿la habría evitado como antes? ¿Se habría negado a recibirla?
Aunque la idea no le gustó nada, mantuvo una sonrisa amable mientras s