En cuanto salieron, Andrés lo encaró.
—¿Por qué retiraste la inversión?
Gabriel ignoró la pregunta.
—¿Cómo está?
—Llegó a tiempo, así que no se va a morir. Por ahora —respondió con claro fastidio—. Ya después, quién sabe.
Estaba muy preocupado.
—Fue por Regina, ¿no? —insistió, aunque su tono no era de pregunta, sino de afirmación.
El silencio de su amigo fue toda la confirmación que necesitaba, y se molestó más.
—Sabes que la trae contra Mónica y aun así le sigues el juego. ¿Qué quieres, que se mate?
—Me pidió el divorcio.
—¡Pues qué bueno! Así te divorcias y por fin te casas con Mónica como se debe. Final feliz para todos.
La mirada de Gabriel se volvió sombría.
—Lo nuestro ya no es posible.
—¿Por qué no? —preguntó, confundido—. Llevabas años esperando a que volviera. Ahora está aquí. Te divorcias de Regina y pueden empezar de nuevo. A menos que…
Lo miró como si una idea terrible acabara de ocurrírsele.
—No me digas que te enamoraste de Regina.
—El matrimonio no es un juego.
Sacó una