Había perdido la noción del tiempo. Al querer darse la vuelta, sintió que algo le presionaba la cintura.
Regina abrió los ojos con lentitud y, todavía adormilada, se encontró con la cara de un hombre apuesto.
Gabriel.
Él la observaba en silencio, con sus ojos oscuros.
Regina, que no terminaba de despertar, pasó los brazos alrededor del cuello de él por puro instinto. Se acurrucó contra su pecho para encontrar una postura más cómoda y volvió a cerrar los ojos, hundiéndose de nuevo en el sueño.
Gabriel observó su gesto y la tensión de su entrecejo se disipó sin que se diera cuenta. La cara adorable que descansaba en sus brazos le parecía casi irreal.
Llevaba días tratándolo con distancia clara. Había llegado a pensar que nunca más la tendría así, durmiendo con placidez entre sus brazos.
Clavó la mirada en ella, y así, abrazados en esa postura tan íntima, durmieron hasta la mañana siguiente.
Cuando despertó y se dio cuenta de que estaba en los brazos de Gabriel, se incorporó de golpe en l