Recibió una llamada de la caseta de vigilancia del fraccionamiento. Gabriel dio la autorización y, al poco rato, sonó el timbre.Se puso las pantuflas y fue a abrir. Al abrir la puerta, se encontró con una mujer.
Su expresión denotó contrariedad.
—¿Qué haces aquí?
Regina levantó la bolsa que traía.
—¿No fuiste tú quien me mandó un mensaje por WhatsApp para que te trajera medicinas?
Gabriel miró la bolsa de plástico con las cajas de medicina. Estaba empapada por la lluvia y aún estaba escurriendo.
Regina también estaba mojada. La blusa no tanto, pero los pantalones, de las rodillas para abajo, estaban completamente empapados, igual que sus zapatos. Un pequeño charco ya se había formado a sus pies.
Al notar la mirada fija de Gabriel, Regina supo que no era bienvenida. Sintió una presión en el pecho, pero recordó que él la había ayudado ese día y decidió no darle importancia. Le tendió la bolsa.
—Ten, ya me voy.
Gabriel tomó la bolsa. Regina se dio la vuelta, dispuesta a marcharse.
—¿Podrí