En el trayecto a casa, ambos permanecieron en silencio.
Regina bajó la ventanilla. El aire fresco de la mañana entró al carro, levantándole un poco el ánimo casi sin que se diera cuenta.
Gabriel detuvo el carro en un semáforo en rojo. Al ver la sutil curva que se dibujaba en los labios de ella, los suyos también se arquearon en una leve sonrisa.
Fue él quien rompió el silencio.
—El atole estaba muy rico.
Ella notó su intento de contentarla.
Se agachó para buscar en su bolso y sacó una pequeña bolsita de tela. Dentro había un arete de diamante. Se lo extendió.
Él le echó un vistazo, pero no lo tomó.
—Es de tu exnovia. Deberías devolvérselo.
Al escuchar las palabras "exnovia", la mirada de Gabriel se volvió seria mientras observaba la cara de Regina.
—No volveré a verla.
Ella escuchó la promesa, pero su cara permaneció indiferente.
Gabriel supo que no le creía.
Como él no lo aceptó, ella dejó el arete en el compartimento de la consola central.
El semáforo cambió a verde y Gabriel siguió