Pero Regina tenía planes para la noche, así que le dijo que se las arreglara solo para la cena.
Gabriel no necesitaba ser adivino para saber que iba a ver a su ídolo.
Aunque solo fuera para hablar de trabajo, la idea le causaba una gran incomodidad.
Peor aún, era claro que ese tipo tenía intenciones ocultas con Regina.
Al pensar en ello, se tensó todavía más, y un ambiente pesado se instaló a su alrededor. Andrés y Sebastián Sáenz se miraron, sin saber qué decir.
—¿Otra vez están de pleito tú y Regina? —bromeó Andrés.
No había que pensarlo mucho. Solo ella tenía el poder de hacerlo llamarlos para beber antes de las siete de la noche.
Al escuchar la palabra "pleito", Gabriel dejó el celular sobre la mesa y se sirvió una copa.
—Bájale. Acuérdate de tu estómago —le advirtió su amigo.
La advertencia no sirvió de nada. Era claro que estaba de muy mal humor y siguió bebiendo una copa tras otra.
—Para estar así, mejor no te hubieras casado.
Andrés también se sirvió una copa. Se la llevó a los