Al salir del trabajo, Regina recibió una llamada de su suegra, pidiéndole que fuera a cenar esa noche con Gabriel.
Regina supo que lo que había pasado la noche anterior con Gabriel ya había llegado a oídos de sus padres, así que, para no preocuparlos, no le quedó más remedio que aceptar.
Poco después, Gabriel le marcó para avisarle que pasaría por ella en media hora.
Pensó que, si de todos modos iba a tener que verlo más tarde, daba lo mismo si se adelantaba un poco yendo a la casa de los Solís. Aceptó con un tono seco.
Cuando llegó, ella salió del centro comercial. Él se bajó para abrirle la puerta del carro.
Apenas se sentó, su celular sonó y contestó la llamada.
Gabriel se subió al asiento del conductor y escuchó la voz de un hombre al otro lado de la línea.
—¿Quieres que cenemos para platicar lo del guion?
Era una voz muy joven.
Él arrugó la frente y la miró de reojo. Regina se disculpó con la persona en el teléfono.
—Hoy tengo otros planes.
—No te preocupes. Lo dejamos para cuando