—¿Esposa?
Verónica miró alrededor de la tienda. Ese día no había más clientas, solo estaban ellas cuatro.
Y las cuatro eran solteras.
Justo cuando estaba por decirle que se había equivocado de lugar, vio que Regina se acercaba al hombre.
—¿Tú qué haces aquí?
Las otras dos empleadas, que hasta ese momento estaban entretenidas con sus celulares, levantaron la cabeza al escucharla.
Verónica miró a Regina y luego al hombre alto y apuesto que tenía enfrente, sorprendida.
—Regi, ¿estás casada?
Regina no les había contado a sus compañeras que se había casado. Asintió con un "sí" apenas audible y luego se dirigió al hombre con una voz indiferente.
—Vamos a hablar afuera.
Salió de la tienda sin esperarlo, y Gabriel la siguió.
Una vez en la calle, se dio la vuelta para encararlo.
—¿Vienes a hablar del divorcio?
La expresión de él se tensó.
—No creo que hayamos llegado a ese punto —dijo con voz seria.
Regina rio con ironía.
—¿Así que según tú no hiciste nada malo y yo soy la que está haciendo un