—No soy el único doctor en la clínica.
—Pero fueron a buscarte a ti. Algunos incluso viajaron desde otros estados solo para verte.
Regina recordó a aquella señora que esperaba fuera del quirófano a que saliera su hijo. Comparado con una cirugía así, tener un poco de fiebre no era nada. Además, estaba acostumbrada a pasar estas cosas sola.
Con un par de días de descanso estaría bien.
Él la observaba con una preocupación horrible, como si no pudiera respirar.
—Tengo gripa, no deberías estar aquí. Te voy a contagiar.
Encendió la lámpara de la mesita de noche y, después de apagar la luz principal del techo, salió de la habitación.
Se cubrió con la cobija y durmió un poco más. Fue la voz de Gabriel la que la despertó. Intentó levantarse de la cama para ir a comer, pero él no la dejó, insistiendo en que le daría la comida.
—Puedo comer sola, en serio. Ya vete, por favor.
Él dejó el tazón a un lado.
Le sujetó el mentón. Un aroma masculino, fresco y agradable, la envolvió justo antes de que su