Gabriel acababa de sacar el carro del estacionamiento cuando Regina, como si recordara algo de repente, se volteó hacia él.
—¿Y el hospital? ¿No te vas a meter en problemas por irte así? ¿Te van a castigar o algo?
Con la vista fija al frente, respondió sin ninguna prisa.
—No te preocupes, con que regrese antes de las dos, todo bien.
Ella miró su celular. También se había mojado, pero por suerte la pantalla no se había apagado y seguía funcionando. Al ver que apenas pasaba de las doce, en pleno horario de comida, se dio cuenta de que técnicamente no estaba faltando al trabajo.
Solo entonces pudo respirar tranquila.
***
Al llegar al residencial, Gabriel la cargó en brazos para subir las escaleras.
Mientras lo observaba, Regina no podía apartar la vista del perfil de su mandíbula. Sentía el corazón desbocado, latiéndole a mil por hora, y sus mejillas se tiñeron de un ligero rubor.
Tan pronto entraron al departamento, él la llevó hasta su habitación y la dejó de pie en la entrada del baño.