Regina no quería volver a la casa de los Morales. Después de buscar en internet los trámites para casarse, fue directamente al Registro Civil a sacar su constancia de residencia y, con la constancia, su identificación y Gabriel, se dirigió también a registro civil para el enlace.
Como era día hábil, a las tres de la tarde no había mucha gente; terminaron en poco más de diez minutos.
Cuando les entregaron el acta de matrimonio.
A Regina todavía le parecía un poco irreal. «¡Estaba casada! ¡Y nada menos que con Gabriel!»
«¡Con la persona que más detestaba!»
«¡Qué locura!»
Salió detrás de él. Tras bajar los escalones de la entrada, Gabriel se detuvo de pronto, se volteó hacia ella.
—Voy contigo a tu casa por tus cosas.
Ella tardó un instante en reaccionar.
—¿Qué cosas?
La expresión de Gabriel denotó cierta impaciencia mientras la observaba.
—Somos marido y mujer, ¿recuerdas?
«Marido y mujer...»
Regina por fin comprendió: quería que recogiera sus cosas para mudarse con él.
«¿No iba todo dem