Ya en el carro, Regina le transfirió los mil dólares de vuelta a Luis Jiménez. Además, le mandó un mensaje para avisarle que había dejado la llave debajo del tapete de la entrada, para que no se olvidara de recogerla.
Después de enviar el mensaje, guardó el celular en su bolso. Al hacerlo, sus ojos se posaron de nuevo en el acta de matrimonio y volvió a sentir que estaba en un sueño.
Se había casado con Gabriel.
Volteó a ver el perfil del hombre a su lado; sus facciones eran marcadas y atractivas.
Él mantenía la vista fija en el camino.
—¿Qué se te antoja?
A Regina le daban náuseas con solo pensar en comida y no tenía nada de apetito, pero era su primera cena como esposos. Se miró el vientre por un instante y volvió a sacar el celular del bolso.
—Voy a buscar qué cosas no debo comer ahora que estoy embarazada.
Gabriel le dirigió una mirada fugaz y curiosa.
La lista de recomendaciones era clara: nada de alimentos fríos, crudos, encurtidos, grasosos o demasiado dulces.
Eso descartaba más