Regina regresó al departamento de Andrea.Dejó la maleta junto a la pared de la sala y se dejó caer, agotada, en el sofá. Se quedó ahí sentada, con la mirada perdida, vacía.
Perdió la noción del tiempo hasta que el timbre de su celular la sacó de su ensimismamiento. Al ver quién llamaba, arrugó la frente con fastidio. Dudó un instante, pero finalmente contestó.
—Sí, ¿Doña Carmen? ¿Pasa algo?
—Señorita Regina, es que... el joven Max me pidió que revisara su cuarto... y parece que faltan algunas prendas, unas joyas... y tampoco aparecen dos bolsos de piel de cocodrilo... Dice que si no los devuelve de inmediato, él... bueno, tomará acciones legales para recuperarlos.
La voz de Doña Carmen se fue apagando; era evidente que le costaba decir aquello.
Regina no lo podía creer. Jamás imaginó que Maximiliano pudiera caer tan bajo. Sintió una oleada de furia recorrerla y replicó, indignada:
—¡Yo no agarré nada de eso! ¡Hasta revisaron mi maleta! ¿¡De dónde saca que fui yo!?
—Señorita, por favor, cálmese. Sé que el joven Max se pasó, pero yo creo que nomás lo hace para que usted le hable bonito, para que regrese a la casa. Ahí afuera no va a estar igual de cómoda, ¿para qué sufrir así? Si está enojada con él, espere a que regrese la señora Valderrama y cuéntele todo. Ella seguro la apoya.
—¡Doña Carmen, esa ya no es mi casa!
Regina sabía que esas palabras herirían a la señora Valderrama si llegaban a sus oídos. Pero Maximiliano era su hijo, y Regina no podía simplemente fingir que nada había pasado y seguir viviendo bajo el mismo techo que él. Además, todo lo que Maximiliano estaba haciendo le provocaba una profunda repugnancia.
—¿¡Doña Carmen!? ¿¡Cuándo va a devolver las cosas esa tipa!?
La voz agresiva de Maximiliano interrumpió desde el otro lado de la línea.
Regina estalló:
—¡Que yo no robé nada! ¡Dile que llame a la policía si quiere! La policía necesita pruebas, ¿no? ¡Yo no tengo nada que esconder y no me interesan sus porquerías!
Colgó con furia.
Arrojó el celular al sofá y se cubrió la cara, temblando de coraje.
De pronto, recordó algo. Tomó el celular, abrió WhatsApp. Pensaba escribirle en privado, pero recordó la amenaza de Maximiliano sobre llamar a la policía. Así que abrió el chat grupal.
[@Jimena Torres, te agradecería que me devuelvas la ropa y las joyas que te llevaste de mi cuarto. Ah, y también los dos bolsos de piel de cocodrilo.]
Jimena había entrado al mundo del espectáculo poco después de graduarse, descubierta por un cazatalentos. Para construirse una imagen de niña rica y sofisticada, Regina no solo le había prestado dinero, sino también sus propios diseños de joyería, los vestidos de exhibición de Andrea, e incluso los costosos regalos de lujo que la señora Valderrama y Maximiliano le habían hecho a Regina. Jimena nunca le había devuelto nada de eso.
[@Maximiliano Valderrama, todo lo que tú y tu mamá me regalaron está en el cuarto. Si no lo encuentras, pregúntale a tu novia. Ella se lo llevó. Arréglate tú con ella y revisen juntos. Y si siguen faltando cosas, haz lo que dijiste: llama a la policía. No te tengo miedo.]
Apenas envió el mensaje, su teléfono sonó. Era el número de Doña Carmen. Regina supo de inmediato quién llamaba en realidad y rechazó la llamada sin dudar.
[Regi, ya terminé con Maximiliano.]
Apareció un mensaje de Jimena en el grupo.
[Perdóname por haberte lastimado, Regi. ¿Me puedes perdonar? Te juro que si tú no quieres, no vuelvo a ver a Maximiliano nunca más.]
[Eres mi mejor amiga. No quiero que un hombre arruine nuestra amistad. Para mí, tú siempre has sido la más importante. Más que nadie.]
La última frase golpeó a Regina. Sintió una punzada de dolor.
Pero al instante, un audio de Maximiliano estalló en el chat grupal:
—¿¡Tú quién te crees que eres, Regina!? Te traté como a una hermana, ¿y ya te sientes con derecho a todo?
—¡Mi familia ha hecho más que suficiente por ti! Has vivido de nosotros, comido de nosotros, ¡y ni las gracias das! ¡Y ahora encima ahuyentas a mi novia y la obligas a cortar conmigo! ¡Eres una malagradecida!
—¿Te gusto? ¿¡Y qué!? ¿¡Ni siquiera puedo decirte que no!?
—¡Qué maldita suerte la mía haberte metido en mi casa! ¡Eres una muerta de hambre! Si hubiera sabido que tenías esas ideas sobre mí, ¡jamás te habría tenido lástima! ¡Me habría mantenido lo más lejos posible!
—¡Y ni se te ocurra volver a molestar a Jimena, o te juro que te vas a arrepentir!
Las palabras crueles y despiadadas de Maximiliano resonaron en la cabeza de Regina, dejándola aturdida de la rabia. Quería gritarle mil cosas, rebatir cada insulto, pero era cierto que durante años había vivido en casa de los Valderrama, mantenida por ellos. Eso era innegable.
[Ya, cálmense todos, somos amigos. Maximiliano, tú eres el hombre, Regi es más chica, tenle un poco más de paciencia.]
Escribió una de las chicas del grupo.
[Regi, en el corazón no se manda. Ya no te aferres a él. Si no te late Ricardo, nosotras te presentamos a otros chicos. ¿Qué dices? ¿Hacemos algo mañana y te llevo a varios muchachos para que los conozcas?]
Añadió otra.
[Sí, Regi, hombres hay muchísimos. No dejes que esto arruine tu amistad con Jimena. Nos pones en una encrucijada a todos, ¿sabes?]
Terció otra persona en el grupo.
Las mismas ‘amigas’ que siempre se mostraban amables con ella ahora fingían defenderla y aconsejarla, pero sus palabras tenían un doble fondo evidente. Regina leyó los mensajes sintiendo una creciente incomodidad.
Sabía perfectamente que su supuesta amistad se debía únicamente a la influencia de los Valderrama y al interés que Maximiliano le había mostrado antes. Ahora que ya no contaba con la protección de él, era lógico que le dieran la espalda.
[@Regina Morales, todas te estamos apoyando de corazón. Di algo, no nos dejes así. Si quieres...]
Insistió alguien más.
Regina se sentía acorralada y fastidiada.
[¡Tengo novio!]
No supo cómo, pero el mensaje se envió antes de que pudiera detenerse. Ya era tarde.
Alguien ya lo había leído.
[¿¡Novio!? ¿¿En serio?? ¿Desde cuándo? ¡Nunca dijiste nada!]
[Maximiliano apenas ayer hizo oficial lo de Jimena y tú sales hoy con que tienes novio... Mira, Regina, si no quieres que te presentemos a nadie, nomás dilo. Tampoco es que nos sobren ganas de meternos.]
[La verdad, Max siempre se portó súper bien contigo, y Jimena también te aguantaba mucho. ¡No termines de quemar los puentes con ellos!]
Mientras leía la lluvia de mensajes, Regina comprendió de golpe la estrategia de Jimena al escribirle antes. ¡No estaba arrepentida en lo más mínimo!
Apretó el celular con fuerza, sintiendo que la rabia la ahogaba. Se obligó a respirar hondo, decidida a no dejarse pisotear por ellas. Tecleó con cuidado, eligiendo cada palabra:
[Ya no me interesa Maximiliano en lo más mínimo. Él no está a mi altura.]
[Y si rompí con la señorita Torres, no fue por él. Fue porque Jimena me mintió y se burló de mí. ¡Y eso es algo que jamás le voy a perdonar!]
[Y sí, sí tengo novio. Estamos muy bien juntos y no pienso cambiarlo pronto. Así que ahórrense sus preocupaciones.]
Después de enviar los mensajes, Regina abandonó el grupo.