Si alguien hubiera dicho a Lyra que ser Luna incluía recorrer guarderías como si buscara un tesoro perdido, se habría reído en su cara. Y sin embargo, ahí estaba, con Jordan en brazos y Ragnar caminando a su lado, los dos intentando parecer seguros de su decisión.
—Esto es absurdo —murmuró Lyra mientras miraba el edificio improvisado con ventanales de madera, lleno de voces y risas infantiles—. Nadie puede cuidar a Jordan mejor que nosotros.
—Lo sé —respondió Ragnar con calma—. Pero también sé que si lo llevas a todas tus reuniones, pronto la manada va a creer que gobierna él.
—Pues no estarían tan equivocados —Lyra resopló y Ragnar la miró a los ojos —. Por favor, a ti te manda aún más.
—Solo por ahora —refunfuñó Ragnar, aunque a veces se intentaba hacer el duro, era a quien Jordan convencía primero.
Entraron juntos, y enseguida una cuidadora sonriente los recibió.
—Es un honor tener a nuestros líderes en la guardería —les sonrió —. Como saben somos cuidadores certificados y el amb