En la manada Sur, el aire estaba cargado de tensión. Bertulf caminaba de un lado a otro en su despacho, un gruñido bajo escapando de su garganta mientras el mensajero aguardaba frente a él con la cabeza gacha.
—¿Así que el muy idiota aceptó? —rugió, lanzando un puñetazo contra la mesa. El mueble tembló bajo el impacto—. Ragnar… siempre con su maldita honorabilidad.
El mensajero tragó saliva, sin atreverse a levantar la mirada.
—Sí, mi señor. Ha convocado el duelo entre Alfas y lo ha declarado antes todos los demás. No habrá vuelta atrás.
Bertulf apretó la mandíbula, sus ojos brillando con un fulgor salvaje.
—No habrá vuelta atrás para él —corrigió, con una sonrisa torcida—. Dile que acepto. Pero quiero que retrases ese duelo tanto como puedas. Di que necesito preparar los términos… lo que sea. Solo hazlo.
El mensajero asintió rápidamente y se marchó sin mirar atrás.
Detrás de Bertulf, una sombra se movió. Era su Beta, un lobo de mirada fría y cicatrices profundas que delataban su