Con cada botón que me desabrocho, más se tensa su rostro y más atrevida me vuelvo yo. Si esto no es andarse con tonterías, no sé lo que es.
Me abro la camisa, la dejo así y observo cómo me recorre el torso con la mirada mientras se pasa la lengua por el labio inferior. Saboreo su reacción y me llevo las manos a los hombros para quitarme la camisa. Acentúo el movimiento de mis pechos cuando la dejo deslizarse por mis brazos. Como la diablilla hambrienta de sexo que soy, la mantengo a un lado durante unos segundos mientras sus ojos vagan por mi cuerpo. Entonces, cuando nuestras miradas vuelven a encontrarse, abro las palmas de las manos con un gesto dramático y la dejo caer al suelo. Mis brazos permanecen inertes a los costados. La mirada le arde y tiene la frente húmeda. Lo estoy haciendo muy bien.
—Me encanta cómo te queda el encaje —susurra.
Sonrío. Estoy en racha. Bajo las manos con firmeza hacia el cierre de los pantalones y, como quien no quiere la cosa, desabrocho un boto