—Ay, Dios —mascullo.
—¡Addison!
—ruge al tiempo que vuelve a golpear la puerta.
Cruzo a toda prisa el salón para ver a través de la persiana y veo a Nick mirando fijamente hacia la ventana. Está muy agitado. Pero ¿qué le pasa a este hombre?
Puede quedarse ahí fuera toda la noche si quiere porque no pienso abrirle. Colocarme frente a él, cara a cara, sería todo un error. Se lleva el móvil a la oreja y el mío empieza a sonar una vez más. Rechazo la llamada y lo observo mientras mira su teléfono con incredulidad.
—¡Addison!
¡Abre la puta puerta!
—No
—replico, y veo que recorre el camino hasta la carretera. Casi me da un infarto al ver llegar a Lucas.
«¡Mierda!»
Se acerca a Nick, que no para de hacer aspavientos con los brazos como un loco.
Lucas le da unas palmaditas en el hombro para ofrecerle consuelo. Hablan durante unos instantes y luego mi hermano se dirige hacia la puerta de casa seguido por Nick.
—¡No, Lucas! —le grito a la ventana—. ¡Joder, joder, joder, joder!
Se acabó, ¡Lucas