—Dímelo —insisto.
—Addison, olvídalo —dice con voz severa.
Suspiro, me despego de su pecho y lo miro apesadumbrada.
—Vale. Tengo que lavarme el pelo.
Me aparta los mechones mojados de la cara y me besa los labios.
—¿Tienes hambre ya?
La verdad es que sí. El polvo resacoso me ha abierto un apetito voraz.
—Muchísima. —Me levanto y tomo el champú—. ¿Esto es todo? —Observo la botella, y después a Nick—. ¿No tienes acondicionador?
—No, lo siento. —Se levanta también del suelo de la ducha, me quita el champú de las manos y me echa un poco en el pelo—. Yo te lo lavo.
Cedo a sus deseos y dejo que me lave el pelo. Me masajea la cabeza con suavidad. Tendré que lavármelo otra vez al llegar a casa porque necesito usar acondicionador, pero este champú huele a él, así que no me importa. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para deleitarme en los rítmicos movimientos de sus manos.
Antes de lo que me gustaría, me coloca debajo de la ducha para enjuagarme la espuma.
Se inclina,