—Creo que será mejor que muevas el auto de Addison, Nina —le aconseja Nick con diplomacia. Ni siquiera ha derramado una gota de sudor.
—Ah, vale —responde, ajena por completo a la situación.
Nick se aparta y me observa de arriba abajo.
—¿Y tus zapatos? —pregunta con el ceño fruncido. Los ojos se le vuelven a ensombrecer de ira al pensar que los he perdido en la reyerta con el calvorota.
—Están dentro de mi casa —explico.
Me toma en brazos, me lleva hasta el interior de la casa y me sienta en uno de los sofás.
—¡Yo los traigo! —grita Nina. Más le vale. Viene corriendo con los tacones en la mano—. ¿Qué ha pasado?
—¿Dónde estabas? —le pregunto secamente.
Pone los ojos en blanco.
—Fui a la tienda por algo de tomar, no tienes nada en la nevera y después del esfuerzo tenía sed. —Se detiene y mira a Nick, que ha salido para hacer una llamada—. ¿Qué ha pasado? —pregunta susurrando—. Parece furioso.
—Haz dejado mal estacionado a Tiny. Un hombre me agredió porque no podía pasar con su p