Noto que me agarra del brazo. Yo tiro de él con brusquedad para soltarme y sigo poniéndome la ropa interior, los vaqueros y la camiseta.
—No quiero que te vayas. —Su voz se ha suavizado.
—No seas idiota, Nick. No puedes encerrarme aquí como a una esclava sexual. Seguro que hay muchas mujeres rendidas a tus pies, búscate a otra. —No puedo creer que le esté hablando con tanta dureza. Sólo con imaginármelo con otra me entran ganas de matar.
Veo su mirada reflejada en el espejo. Tiene los ojos entrecerrados y hacen que me arda la piel.
—No quiero a ninguna otra mujer. Te quiero a ti. Paro cuando estoy a medio aplicarme la crema.
—¿No has tenido ya suficiente de mí? —pregunto. Una gran parte de mi ser está deseando que diga que no, aunque sabe que las cosas acabarían mal si lo hiciera.
Alarga la mano y me acaricia la mejilla con los nudillos. Yo me apoyo contra ella involuntariamente, y cierro los ojos.
—Lo siento —dice con suavidad, y me rodea la cintura con el otro brazo para a