—Pues estarás luchando en vano —digo tranquilamente—. E incluso si llegaras a conseguir separarnos, que no lo harás, jamás me tendrías después.
Su piel se arruga en la frente cuando enarca las cejas.
—¿Por qué?
—Porque sin él me moriría. —Doy media vuelta y abandono mi lugar de trabajo sabiendo que nunca volveré. Me siento un poco triste, pero ser consciente de lo que me espera a partir de ahora en mi vida me pone una enorme sonrisa en la cara.
Una vez sentada en el Range Rover de Mark, y una vez que éste ha arrancado el motor, veo que tengo el teléfono en la mano y recuerdo que él está al otro lado de la línea. No quiero oírlo. Quiero verlo.
—¿Nick?
No dice nada durante unos instantes, pero sé que está ahí. Su presencia atraviesa la línea telefónica y me besa la piel.
—No te merezco —dice—. El danés tiene razón, pero soy demasiado egoísta como para cederte a alguien que sí lo haga. Jamás nos separaremos, y nunca estarás sin mí, así que vivirás eternamente, nena.
Las lágrimas inundan