El grandullón se acerca, sin importarle lo más mínimo que todo el mundo lo esté mirando con unos ojos como platos, me toma el teléfono de la mano y contesta inmediatamente.
—Está bien.
Mi cerebro pasmado reacciona y entonces empieza a asimilar lo que está ocurriendo mientras veo cómo Mark avanza por la sala de conferencias. Todo el mundo lo observa, pero nadie le dice nada. Debe de haber visto a Marcus entrar en el despacho y ha llamado a Nick. Casi siento ganas de gritarle al grandullón; sin embargo, Marcus acaba de darnos la puntilla a mí y a mi empleo en la editorial Richi: él y este hombre inmenso con pinta de mafioso que acaba de irrumpir en la oficina.
Marcus no necesita una empresa de diseño interior. Eso es ridículo y roza lo obsesivo... de un modo similar al de mi marido.
Mark me mira y asiente. Yo asiento a mi vez porque me he quedado sin palabras. Me devuelve el teléfono y lo miro espantada. No puedo mantener lo que sé que va a ser una discusión acalorada con Nick en estos