—Como quieras. —Se encoge de hombros con indiferencia y le extiende a Nick una hoja de papel.
—¿Qué coño es esto? —ladra él con tono intolerante.
—Míralo tú mismo. —Agita el papel en el aire, animando a Nick a tomarlo.
No puedo evitarlo: estiro el cuello para intentar ver qué es, pero él me aparta de nuevo con el brazo. Lo toma y veo cómo inclina la cabeza para leerlo. Después observo a Coral y en su rostro distingo la sonrisa más artera que jamás haya visto. ¿Qué pretende? Giro a mirar a mi marido, que se ha quedado tieso como una tabla y con los músculos hinchados por la tensión.
Quiero saber qué es ese papel, y quiero saber qué es lo que ha provocado esa sonrisa de zorra en la cara de Coral, pero al mismo tiempo no tengo ganas.
—¿Qué es? —La pregunta que no quiero formular escapa de mis labios, pero él no contesta.
Coral, sí.
—Es una ecografía de su bebé.
Sé que me tambaleo y sé que él se ha vuelto para sostenerme, pero todo se nubla a mi alrededor.
—Joder. —Su tono de preocupación