—¿Vas a seguir con él sabiendo que va a tener un hijo con otra mujer? —pregunta con tono burlón—. ¿Dónde está tu orgullo?
—Voy a aplastarla —le digo en voz baja pidiéndole permiso en esta ocasión.
Él sonríe y me besa en la mejilla.
—Adelante, nena. Pero, por favor, aplástala verbalmente. —Señala mi vientre con la vista y después le lanza a la perra descarada una mirada de compasión sin decir nada. Va a dejar que me encargue de ella.
—¿Qué están cuchicheando, si puede saberse? —inquiere Coral. Su engreimiento empieza a desintegrarse a marchas forzadas. No tiene ni idea de cómo interpretar nuestra reacción.
Me pongo de pie junto a Nick y lo miro.
—Dame la foto.
Mi pregunta lo obliga a apartar la mirada acusatoria de Coral y a centrarla en mí. Lo he tomado por sorpresa.
—¿Qué foto?
Pongo los ojos en blanco.
—La que llevas a todas partes. No soy idiota. ¿Dónde está?
—En el bolsillo de mi chaqueta —admite, algo avergonzado.
Ve a por ella.
—No, no pienso dejarte a solas con ésta. —Esta vez