—¿Hago que te sientas cómoda, nena? —pregunta con evidente engreimiento mientras se retira a un ritmo constante.
No lo miro. Cierro los ojos y centro la atención en los fuertes latidos de mi sexo. Me exige que lo controle. Me está dominando, y aunque lo hace de una forma lenta y casi sin esfuerzo, está muy dentro de mí y es muy placentero, así que voy a estallar.
—Lo estás haciendo bien, Addison. —Se hunde, menea la cadera y vuelve a salir—. Mi seductora se está volviendo más fuerte. —Entra de nuevo, mueve la cadera, vuelve a salir.
Gimo y me agarro con fuerza a la cabecera. El flujo de su cuerpo en el mío es inconcebiblemente delicioso. Qué gusto. ¡Joder! Intento gritar su nombre, pero sólo consigo emitir un aullido sofocado e inaudible.
—¡Addison! —susurra sonoramente—. ¡Cierra la boca!
A esa dura orden le sigue un movimiento menos controlado de sus caderas que me obliga a gritar de nuevo, pero el sonido es igualmente indescifrable. Empiezo a alcanzar la cúspide del placer. Acerca l