—Buenos días. ¿Qué haces corriendo aquí dentro?
Ya me sé la respuesta y, a juzgar por la sonrisa casi imperceptible que se le dibuja en la cara, él sabe que lo sé.
—Me apetecía cambiar.
Quiero preguntarle más, pero paso del tema. Si el embarazo impide que me saque de la cama al alba para correr por todo Londres, me alegra mucho estar sólo de un mes.
—No recuerdo haberme quedado dormida.
—Te dormiste en seguida. Estabas tumbada encima de mí y ni te moví. Has dormido como un tronco, nena.
Me estiro y bostezo.
—¿Qué hora es?
En cuanto termino de pronunciar la frase oigo la puerta principal y el saludo jovial de Cathy. Si la asistenta ya está aquí, deben de ser las ocho, más o menos, ¡y estoy en pelotas! Doy un brinco.
—¡Estoy desnuda!
Nick sonríe y se baja de la cinta.
—Ciertamente —asiente, riendo, al tiempo que se me acerca—. ¿Qué pensará Cathy?
Busco por el gimnasio una toalla o algo con lo que cubrirme para poder subir la escalera sin perder la dignidad. Me da la risa. Perdí mi digni