—No lo harán.
—Disfruta del fin de semana, aunque lo pases con tus padres y no sea gran cosa. Nos vemos el lunes.
—Gracias, Ruth. —Cuelgo y miro el reloj. Dentro de una hora podré irme.
Estoy molida cuando llego a casa. Subo por la escalera y me meto en la cocina. Abro la nevera y me encuentro con una botella de vino. Me quedo mirándola. No sé cuánto tiempo me paso así. Cuando oigo una voz conocida aparto la vista. Me vuelvo y veo a mi hermano, pero ésa no es la voz que ha llamado mi atención. Entonces entra Dan. Me sorprendo de verlos juntos.
—¿Qué pasa? —pregunto cerrando la puerta de la nevera.
Lucas parpadea pero no dice nada. Mi primo no se corta.
—No es asunto tuyo —me espeta Dan.
Frunce el ceño.
—¿Qué tal si te pregunto a ti lo que pasa? ¿Qué haces aquí?
Me quedo petrificada y miro a Lucas con unos ojos como platos. Él niega con la cabeza de forma imperceptible. No se lo ha contado.
—Quería pasarme por aquí un rato después del trabajo —digo volviendo a mirar a D