—Así tengas que ver porno, hentai, yaoi, ir a clases de Tantra o tengas que leerte el libro del Kamasutra y todas sus variantes, ¡tienes que escribir ese libro! —Alex está siendo muy directo.
Esto va a volverme loca, ¿cómo voy a escribir ese libro con mi nula experiencia? Y a mis veintitrés años ni siquiera soy capaz de contar lo que pasó con Jackson. Me da vergüenza decir que no soy virgen cuando pasé por una experiencia como esa. —Esto será imposible. —Me dan ganas de llorar—. Ustedes, como mi editor y agente, debieron defenderme. ¡No puedo, me niego! —Pecas, recuerda que estamos atados por un contrato. Estamos a merced de Richi y la editorial hasta que se acabe el plazo; si nos negamos a sus peticiones, nos puede demandar y perderías mucho más que los derechos de tus libros. —Como quien dice, Paolo nos tiene agarrados de las bolas. —Alex le completa. Maldición, este jodido día iba de mal a peor. Tienen razón, estoy atrapada en esto. —¿Cuánto tiempo tengo para escribir mi suicidio literario? —Dramatizo. —Cinco meses. Jodidos infiernos. ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? ¿De dónde voy a sacar una historia de ese calibre en tan poco tiempo? —Si esto sale mal, será su culpa. —Les advierto y no estoy jugando. —Estamos juntos en esto, pecas. —Nina me apoya. Los tres nos miramos y después de resignarnos ante nuestro destino, Nina y yo salimos de la sala de juntas y nos dirigimos al café más cercano a la editorial. —¿Nina, qué voy a hacer? —Sigo dándole vueltas a mi reciente desafío. —Lo harás bien, pecas, solo encuentra la forma. —Sí, claro, ahora mismo me pondré un letrero en la frente que diga “Enséñame cómo ser una cualquiera”. Nina se burla de mí, mientras alza la mano para llamar al mesero. —No es gracioso, Nina. —Lo siento, aunque no sería mala idea. La fulmino con la mirada. ¿En verdad está pensando en que haga eso? —Buenos días, tomo su pedido. El chico se acerca a nosotras, no levanto la mirada, estoy inerte pensando mil planes al mismo tiempo, aunque mi salida más factible es pedir mi renuncia. —Dos cafés con leche sin azúcar… —No, al mío póngale dos turrones. Necesito despejar mi mente —explico al ver la mirada de mi amiga sobre mí. —Claro, en un momento se los traigo. —El mesero se aleja dejándonos a solas de nuevo. —Lo que tú necesitas es alguien que te enseñe los placeres carnales. —Nina susurra. Levanto la cara y abro los ojos ante su propuesta. —Sabes lo que pasó la última vez que salí con alguien. Los caminos del amor solo traen desgracia y tristeza. —Pero yo no dije nada de amor. —Nina sonríe pícaramente y alza una ceja sugerente, mirando detrás de mí. Giro mi rostro y me topo con la imagen del mesero. —¿Con el mesero? —Regreso la atención hacia mi amiga. —¿Qué tiene? Es para fines educativos. Además, si no hubieras estado tan distraída, te hubieras dado cuenta de que no te quitaba la mirada de encima. —Nina sonríe y me mira de manera sugerente. —No puedo creerlo. —Es eso o leer la saga del señor Black. ¡Eso está mucho peor! No tengo nada en contra de libros de ese género, pero es algo que no va conmigo. Lo mío es más romance y sexo vainilla. Me dio curiosidad el porqué Nina mencionaba tanto ese libro. —¿Acaso tú…? —Ethan es muy aburrido y, por más que le propongo hacer alguna de las posiciones del libro, se niega… —La, la, la. Por favor, no quiero tener esa imagen en mi cabeza. —Ya no sé qué hacer para revivir la llama del amor, pero Addison, tú estás soltera y hermosa, puedes hacer con tu sexualidad lo que quieras. —No lo sé, eso del letrero en la cabeza solo era broma. Sabes de mi demisexualidad. ¿No? —Ya lo sé, necesitas conexión más que atracción. Asiento. —Descarta lo del mesero, por favor. —¿Y si le dices a Alex? —¿Qué? ¿Y renunciar a una amistad de años? ¡Estás loca! Tengo una relación laboral que cuidar y no estoy dispuesta a ser solo un trofeo. —Doy un “no” rotundo, ni siquiera me imagino en una situación así con Alex. Nina me mira con curiosidad, y creo que es porque ella no conoce como Alex se divierte cada fin de semana. —Alex tiene fotos con cada persona con la que sale y folla, no quiero formar parte del álbum de sus conquistas. Nina alza las cejas, sorprendida, no sabía que Alex fuera ese tipo de hombre. Alex sabe muy bien cómo aprovechar sus encantos. Solo puedo opinar eso. —Qué idiota. —Nina dice y yo asiento de acuerdo. —Le agradezco a la vida por haberme acercado a él cuando nadie más creía en mí, ni en mi manuscrito, pero eso es todo. No pienso pedirle ayuda para salir de mi celibato autoimpuesto. El mesero llega con las tazas de café y coloca cada una delante de nosotras. Esta vez, le sonrío amable. Luego desvío la mirada hacia mi amiga, quien me observa con ojos pícaros. Pongo los ojos en blanco cuando el chico se aleja nuevamente. —Solo estoy siendo amable. Ya te dije que olvides eso. —Le explico. —Está bien. Ya no diré nada sobre el mesero, pero tenemos que pensar en cómo escribirás ese libro. En ese momento, mi móvil empieza a vibrar. Lo saco de mi bolso y miro el remitente con nerviosismo. ¡Lucas! ¡Maldición! No puedo contestarle en frente de Nina, ella aún no sabe que él está de regreso.