Vomito en el suelo.
—¡Mierda! Addison, lo siento. ¡Joder! —Me aparta el pelo de la cara y se mueve con cuidado para poder acceder mejor a mí—. ¡Joder! Joder, joder, joder. Addison, ¿qué has hecho? —Su voz traumatizada me indica que acaba de echarle un vistazo a mi espalda. Debe de tener muy mal aspecto. Intento desesperadamente controlar la angustia para minimizar el dolor—. Voy a moverte ahora, ¿vale? —Me agarra por debajo de los brazos y se pone de pie. Lanzo un grito—. No puedo levantarte sin tocarte... —Maldice repetidas veces con frustración e intenta llevarme hasta el otro sillón sin rozarme la espalda.
Todavía me tiemblan las piernas. No me extrañaría que no quisiera volver a verme por mi debilidad. Jamás lo habría imaginado, pero no ha habido ninguna conversación cuando le he entregado el látigo a Steve. Sólo le he dicho que no quería contacto físico con él y que me azotara con fuerza. Prácticamente le he dado carta blanca.
—Ponte boca abajo. —Me deja en el sof